Trabajar en una empresa familiar: entre la herencia y el futuro

✍️ Por María José Castro Castro, CEO de Embutidos Castro
Desde pequeña entendí que en mi familia el trabajo no era solo una forma de ganarse la vida: era una manera de estar en el mundo. Las decisiones se hablaban en casa, los sacrificios se compartían y el negocio no era “de alguien”, era de todos. Así es como he vivido el día a día en Embutidos Castro, y así es como he aprendido que una empresa familiar es mucho más que una estructura organizativa: es una construcción emocional, cultural y generacional.
Hoy quiero compartir lo que supone formar parte de este tipo de empresas desde dentro. Porque, más allá de los tópicos, trabajar en una empresa familiar es una experiencia profunda, compleja y, si se cuida, extraordinariamente valiosa.
En una empresa familiar, el propósito no se inventa en un PowerPoint: se hereda, se siente y se transforma. El legado de quienes fundaron el negocio se convierte en brújula para quienes hoy lo continuamos. Y eso genera una cohesión difícil de encontrar en otros entornos.
Nos conocemos, nos cuidamos y, aunque discutamos, sabemos que compartimos un objetivo mayor. La confianza no es una política interna, es la base sobre la que todo se construye. Esa cercanía genera una cultura laboral humana, en la que la palabra vale más que cualquier firma.
Las empresas familiares tienen algo de artesanía emocional. Hemos pasado por crisis, cambios de generación, pérdidas personales… y seguimos aquí. Porque cuando el negocio también es tu historia, el aguante tiene raíces profundas.
Trabajar con tu familia implica emociones cruzadas todo el tiempo. Lo que pasa en el trabajo afecta en casa, y viceversa. Hay que tener madurez para gestionar desacuerdos sin romper relaciones, y visión para no dejar que lo personal se imponga a lo profesional.Heredar una empresa no significa saber gestionarla. Cada generación tiene el reto de formarse, profesionalizar la gestión y adaptar la empresa a nuevos tiempos sin traicionar su esencia. No siempre es fácil. Requiere escucha, humildad y, muchas veces, tomar decisiones impopulares.
Uno de los mayores riesgos es confundir la familia con la estructura. En una empresa familiar profesionalizada, los roles deben estar definidos, los méritos deben pesar más que los apellidos, y las decisiones deben tomarse con criterios empresariales. No hacerlo puede comprometer la sostenibilidad del proyecto.
Una empresa familiar es, en esencia, una historia viva. Es una conversación constante entre lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos llegar a ser. En mi caso, liderar Embutidos Castro no ha sido solo un reto profesional, sino también un ejercicio continuo de equilibrio: entre tradición e innovación, entre vínculo emocional y gestión objetiva, entre el amor por lo que hacemos y la responsabilidad de hacerlo bien.
¿Es más difícil? A veces, sí.
¿Es más gratificante? Sin duda.